Y queremos, por último, que, si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho – al hablar de todo menos la violencia” – que la suprema jerarquía de los valores reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.
José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia[1]
Es imprescindible establecer una evidente y clara concepción diferenciadora entre los términos terrorismo y violencia cuando nos referimos a los movimientos políticos surgidos como consecuencia de la evolución social y política desde finales del siglo XIX y principios del XX tanto en Europa como en España.
No realizarlo o lo que es peor utilizarlos de forma sesgada en referencia solo a los movimientos supuestamente ubicados en la derecha es desconocer a sabiendas la realidad sociopolítica que imperaba en la Europa de principios del siglo pasado.
Tengamos presente el denominado por Roberto Muñoz Bolaños[1] como concepto de brutalización de las características de la política en el periodo de entre guerras como idea ya establecida según el citado autor por Karl Kautsky en 1920 y George L. Mosse en 1990.
Recordemos las palabras de Roberto Muñoz:
En España, esta brutalización cobró gran intensidad durante la II República, a pesar de la no participación en la Gran Guerra y de que el servicio militar universal se introdujo tardíamente; jugando un papel clave en su desarrollo el tercer componente, el triunfo bolchevique, desencadenante de una dialéctica revolución-contrarrevolución que culminaría en el conflicto civil.[2]
Al contrario de lo establecido por el citado autor, debemos diferenciar entre los dos términos mencionados al inicio del presente trabajo: terrorismo y violencia y sobre todo en lo que hace referencia al movimiento nacional sindicalista español conocido como Falange Española.
En lo que hace referencia a la práctica señalada por Muñoz Bolaños como campañas terroristas por parte de Falange Española, desde los orígenes de la mencionada organización política, debemos establecer una rotunda negativa a tal práctica y a su vez calificar como bastante atrevida y osada tal afirmación en cuanto a la realidad de las actividades desarrolladas por la citada organización en sus primeros momentos de vida política por parte del mencionado autor.
Calificar a la Falange Española de 1933, posteriormente reconvertida en Falange Española de las J.O.N.S. en 1934, como organización terrorista y promotora de la práctica del terror político en los años de la II República Española, es, insistimos, a la vez de muy osado, excesivamente atrevido y carente de todo sustento documental en el que pueda apoyar su cita el mencionado autor.
Pensamos que hoy en día carece de sustento documental historiográfico tal aseveración y que la misma solo se apoya en un desconocido afán por demonizar y achacar el inicio de la práctica de la violencia política por parte de la organización falangista para de esta manera sustraerla a la de los verdaderos practicantes de tal violencia como fueron las organizaciones obreras y políticas de las izquierdas españolas.
En cuanto a lo relativo en calificar como violento de por si a un movimiento revolucionario, tal como se presentaba programáticamente la Falange, es entrar de nuevo en el terreno de la especulación y tergiversación, alejada de la realidad historiográfica, a la vez que es sumirse en el desconocimiento del ambiente en que se desenvolvían la inmensa mayoría de movimientos políticos europeos y con ellos los españoles desde inicios del siglo XX y sobre todo desde el final de la primera Gran Guerra y el triunfo de la revolución comunista en Rusia.
Recordemos como las circunstancias que se desarrollaron como consecuencia de la denominada I Guerra Mundial, socavaron las estructuras sociales con la lucha revolucionaria para derrocar los sistemas monárquicos y conservadores imperantes antes y durante dicho periodo.
Ciñéndonos al ámbito nacional español no podemos olvidar, ni dejar constatación de que la violencia política en España venia practicándose desde tiempos anteriores a la II República y que era aplicada y utilizada ampliamente por las organizaciones paramilitares con que se surtían todos los partidos políticos españoles[3] con anterioridad a la creación del movimiento político falangista en octubre de 1933.
Este era el ambiente de violencia generalizada practicada por los partidos políticos españoles y esa era la situación nacional en la que nace Falange, tal como nos señala José Antonio Parejo[4].
Por no extendernos en demasía recordemos los constantes enfrentamientos armados civiles que asolaron la península ibérica conocidos como las Guerras Carlistas reproducidos a lo largo del siglo XIX y que a la larga devendrían en la aparición de elementos militarizados al servicio de tendencias políticas muy concretas como pudieran ser los Requetés y las milicias del Partido Nacionalista Vasco o posteriormente el Somatén como organización gubernamental paramilitar.
Y por así considerarlo, violentos resultaban todos aquellos movimientos y organizaciones políticas y obreras empeñados en implantar la denominada como dictadura del proletariado ya fuera desde las filas anarquistas, comunistas o socialistas, pasando por los izquierdistas republicanos o por los movimientos surgidos del socialismo alejados del marchamo internacionalista como fueran el nacionalsocialismo alemán o el fascismo italiano pasando a las representaciones más a la derecha como fueran las del nacionalismo catalán o vasco, desembocando en los más claros exponentes de la derecha y con aires eminentemente fascistoides como fueron los del Partido Nacionalista Español de Albiñana o de la Renovación Española de Calvo Sotelo, sin obviar a las fuerzas de las JAP o Juventudes de Acción Popular de Gil Robles, concluyendo en la nueva presencia del genuino movimiento nacional sindicalista de la Falange de Primo de Rivera, Ledesma y Redondo.
Pues bien, frente a comentarios como los de Muñoz Bolaños, debemos enfrentar las opiniones o sugerencias vertidas, según Pio Moa, sobre el origen violento callejero de Falange. Cabe recordar lo que él, Pio Moa, considera:
La realidad es que la Falange soportó estoicamente numerosos asesinatos antes de empezar las réplicas, ya en el verano del 34.[5]
Sostenemos nuestra negativa en aceptar la afirmación de que el movimiento falangista español surgiera como una organización terrorista; centrémonos por ello en el aspecto de la violencia sugerida por dicho movimiento.
A estas alturas, y con los conocimientos historiográficos actuales, no entraría dentro de la lógica el calificar a la Falange como un partido pacifista; frente a la realidad de ser no el único y sí uno más de los que tomaban la práctica de la violencia como modo de subvertir el poder constituido o intentar asumir el mismo por otras vías alejadas de lo que hoy consideramos como vías democráticas.
De ser, ese era el ambiente europeo en general y el español en particular en las tres primeras décadas del pasado siglo XX; insistamos que no queda ni a derecha ni a izquierda ningún movimiento obrero o político libre de ser considerado no practicante de la violencia dialéctica o activa tanto en el aspecto político como social.
Resulta evidente que, determinadas frases tanto de la oratoria de Primo de Rivera como de los puntos doctrinales del movimiento político no ayudaron en absoluto en una concepción ideológica distinta a la que las tergiversaciones malintencionadas por los enemigos a diestra y siniestra de la Falange se dieron con toda la fuerza y reiteración en aras a una presentación totalmente sesgada y negativa de lo que pudiera ser el movimiento nacional sindicalista.
Tanto la frase inicial de este trabajo, correspondiente al discurso del Teatro de la Comedia del 29 de octubre, como el punto 9 del programa político de Falange Española:
Habrán de considera la vida como milicia, disciplina y peligro, abnegación y renuncia a toda vanidad, a la envidia, a la pereza y a la maledicencia.
Y al mismo tiempo servirán ese espíritu de una manera alegre y deportiva.
La violencia puede ser lícita cuando se emplea por un ideal que la justifique:
La Razón, la justicia y la Patria serán defendidas por la violencia cuando por la violencia – o por la insidia – se las ataque.
Pero FALANGE ESPAÑOLA nunca empleará la violencia como instrumento de opresión.
Mienten quienes anuncian, por ejemplo, a los obreros, una tiranía fascista;
Todo lo que es haz, o falange, es unión, cooperación animosa y fraterna, amor.
FALANGE ESPAÑOLA, encendida por un amor, segura en una fe, sabrá conquistar a España para España, con aire de milicia.[6]
como algunos de los puntos programáticos como el 23 del programa político resultante de la fusión de Falange Española con las Juntas de Ofensivas Nacional Sindicalista.
Todos los hombres recibirán una educación paramilitar que les prepare para el honor de incorporarse al Ejército nacional y popular de España.[7]
ayudan poco a plantear otra opción sobre la imagen que al final ha venido a etiquetar al partido conocido como Falange Española de las J.O.N.S.
Son estas, indudablemente, muchas de las frases que debidamente descontextualizada, manipuladas y debidamente reiteradas y repetidas hasta la saciedad sirvieron para presentar, y con mucho éxito, una imagen distorsionada de la realidad de lo que era o pretendía y representaba ser el original movimiento falangista español.
Es cierto que debidamente extrapoladas muchas de las expresiones o definiciones doctrinales y de los discursos falangistas, sometidos a constantes e insidiosas manipulaciones, no han ayudado en absoluto a dar una imagen cercana a la realidad más poética pergeñada por José Antonio Primo de Rivera, que a la postre y tomando las palabras de Hilari Raguer le convertirían definitivamente en “víctima de la dialéctica de los puños y las pistolas por el desatada”[8].
Detenerse en una lectura sacada del contexto general que representó el conocido como Acto de afirmación patriótica celebrado en el madrileño Teatro de la Comedia el 29 de octubre sin tener en cuenta los precedentes siete deseos ideológicos contenidos en la oratoria de José Antonio Primo de Rivera en dicho acto nos darán una imagen totalmente opuesta a lo que el orador pretendía.
El presente trabajo no intenta ni entrar en la defensa ideológica de la doctrina falangista en sus inicios, ni en intentar demostrar que Falange Española no fuera un partido que diera la espalda al uso de la violencia con el fin de alcanzar el poder y con ello implantar su revolución nacional.
A estas alturas históricas es indudable que Falange Española preconizaba el uso de la violencia para obtener la transformación social de la España de los años treinta del siglo pasado. Insistamos en lo del uso violento en la lucha contra la “ofensa a la justicia o a la Patria”
Esta frase y muchas más debidamente tergiversadas y deformadas en su claro contenido ideológico, por los enemigos políticos de derecha e izquierda del arco político español que tenía Falange durante y después del convulso periodo de la II República española han servido para distorsionar y a la vez manipular la realidad de lo que el pensamiento político más que la acción violenta de Falange presento en sus inicios.
El concepto sobre el sentido del servicio a la Patria junto a la equiparación del concepto de milicia adoptado por los ideólogos falangistas, han servido de caldo de cultivo para presentarnos al incipiente movimiento nacional sindicalista español como una representación y sucursal derivada de las matrices nacionalsocialista alemana y fascista italiana y a su vez como un claro exponente político violento, algo alejado de la realidad como bien se empeñó Primo de Rivera en desmentir.
Pretendemos establecer que Falange no fue un partido que llevara a la práctica la violencia en sus intentos por conseguir el poder, es indudable que sí pensaba que podría ser esta, la violencia, uno de los fines para obtener tal preciado premio, como lo era para cualquier partido político que pretendiera transformar de forma revolucionaria la sociedad española de aquellos tiempos.
Ahora bien, aun reconociendo que fuera o pregonara la violencia, lo que sí es evidente y queda fuera de toda duda es que no fue Falange la que la puso en práctica. Es más, existen evidencias de que fue forzada y obligada a actuar de forma violenta en aras de su propia supervivencia.
Volvamos a las palabras utilizadas por José Antonio Parejo.
A razón de esto, la historia de la violencia, de las provocaciones, del pistolerismo de la Falange durante la República, es indudable, pero no por esto el historiador debe dejar de preguntarse quién disparo el primer tiro, de quién fue el primer caído. Porque aunque no cabe duda de que gran parte de las primeras provocaciones procedieron de la Falange y que la violencia fue su único camino para llegar a la meta final, cabe también afirmar que no fue la Falange la que causo el primer muerto[9].
Recordemos las palabras de Manuel Álvarez y Roberto Villa en su libro[10], que si bien hacen referencia a la violencia ejercida en el periodo electoral de febrero de 1936, es un claro reflejo de lo que venía sucediendo desde 1933.
En cuanto a la significación de quienes iniciaron las agresiones, una cuestión pertinente para desentrañar la relación entre los discursos extremistas y los comportamientos violentos se conoce en 54 episodios, más de la mitad del total. De ellos, en 38 la iniciativa partió de personas vinculadas a las izquierdas, mientras que los derechistas iniciaron 16.
Resulta evidente que Falange surge en una situación y un contexto radicalizado en extremo y que la violencia era una, y de las más habitualmente utilizadas, herramienta que con suma facilidad la inmensa mayoría de partidos políticos europeos y españoles, surgidos con carácter revolucionario social entre la I y II guerra mundial, ponían en práctica ya no en su asalto al poder sino hasta la propia eliminación de sus oponente reconvertidos en enemigos políticos a exterminar.
Traigamos a colación las peyorativas concepciones que se tenían sobre el movimiento falangista y sobre Primo de Rivera, en sus inicios, expresadas por Wenceslao Fernández Florez[11] sobre el atentado al primero en Cádiz el 12 de noviembre de 1933 saldado con un muerto y cuatro heridos graves, que dio lugar al acuñamiento del concepto del franciscanismo sobre la comedida actitud falangista.
Para que todo sea incongruente, aquí le hacen tragar ricino al fascismo. La principal figura del teatro de las Cortes, de San Fernando, era el organizador del fascio español. Hay que suponer que habría allí fascistas. […] Pues bien, un criminal dispara su cargador sobre los espectadores. Y se marcha impune y tranquilamente, mientras el candoroso líder pide que conste su protesta verbal, no es fascismo; es franciscanismo. Y hay que felicitarse de que sea así. Pero no creemos que el espíritu laico de la España actual permita desenvolverse y afirmarse una Orden religiosa más.[12]
Recordemos también como en el breve espacio de ocho meses, los que transcurren desde su fundación como organización política el 29 de octubre de 1933 hasta el primer acto de represalia efectuado por la denominada Falange de Sangre el 16 de junio de 1934 con la muerte de la militante de las Juventudes Socialista Juanita Rico por su participación, y vejación del ya cadaver, en el linchamiento en los Montes del Pardo del falangista Juan Cuellar, se producen, tal como se refleja en el siguiente cuadro, 24 actos de violencia con víctimas entre las filas falangistas, con un saldo de 13 muertos y 24 heridos.
VIOLENCIA CONTRA FALANGISTAS PERIODO ENTRE 29/10/1934 Y EL 10/06/1934 | |||
FECHA | LUGAR | MUERTOS | HERIDOS |
2/11/1933 | Daimiel – Ciudad Real | 1 | |
12/11/1933 | San Fernando – Cádiz | 1 | 4 |
8/12/1933 | Zalamea de la Serena – Badajoz | 1 | |
26/12/1933 | Villanueva de la Reina – Jaén | 1 | |
1/1/1934 | Valderas -León | 1 | |
11/1/1934 | Madrid | 1 | |
13/1/1934 | Éibar- Guipúzcoa | 1 | |
17/1/1934 | Zamora | 1 | |
18/1/1934 | Zaragoza | 1 | |
27/1/1934 | Madrid | 1 | |
1/2/1934 | Madrid | 5 | |
3/2/1934 | Madrid | 2 | |
7/2/1934 | Gijón | 1 | |
9/2/1934 | Madrid | 1 | |
24/2/1934 | Madrid | 3 | |
4/3/1934 | Valladolid | 1 | |
7/3/1934 | Don Benito – Badajoz | 1 | |
8/3/1934 | Madrid | 1 | |
11/3/1934 | Cádiz | 3 | |
12/3/1934 | Madrid | 1 | |
23/3/1934 | Oviedo | 1 | |
29/3/1934 | Don Benito – Badajoz | 1 | |
6/6/1934 | Torreperogil – Jaén | 1 | |
10/6/1934 | Madrid | 1 | |
Total | 13 | 24 |
Tabla 1 Elaboración propia.
Es conocido por otra parte las luchas internas que surgían en el seno de la organización falangista española y citados por Ian Gibson[13] entre los sectores o tendencias conocidos como “el intelectual y el combatiente”, no analizar dichas confrontaciones es no querer asumir el rigor que se debe tener en toda investigación historiográfica no partidista.
No entrar a estudiar y analizar las diversas tendencias interpretativas e imperantes en el partido sobre la puesta en práctica y la ejecución de la violencia, insistimos, es dejar de lado la realidad en que se encontraba sumido el movimiento falangista en sus primeros meses de vida.
Traigamos aquí las palabras de Eduardo González[14]:
El foso existente entre la Falange intelectual de José Antonio, la Falange militante de Ruíz de Alda/Ansaldo y la Falange revolucionaria de Ledesma se ensanchaba cada vez más, y con los primeros reveses serios el partido estalló en una crisis de tendencias, al no pasar, según recuerda Ledesma “de la escaramuza a la revolución nacional”
Como lo es no tomar referencia de la situación en que se encontraba Primo de Rivera, sumido en estos primeros tiempos en imponer más la dialéctica poética a la dialéctica de la acción; recordemos sus constantes llamamientos a la calma y sus argumentaciones sobre la práctica de la violencia.
No te tuvo Dios de su mano, cuando escribiste: “si F.E. sigue en ese tono literario e intelectual no valdrá la pena de arriesgar la vida por venderlo.”
Entonces tú, que ahora formas tu espíritu en la Universidad bajo el sueño de una España mejor, ¿Por un libelo en el que se llamara a Azaña invertido y ladrones a los exministros socialistas? ¿Por un semanario en que quisiéramos tender las líneas del futuro con el lenguaje pobre, desmayado, inexpresivo y corto de cualquier prospecto anunciador?
Es posible que si escribiéramos así nos entendiera más gente desde el principio. Acaso también, nos fuera fácil remover provechosos escándalos. Pero entonces hubiéramos vendido por un plato de éxito fácil, nada menos que la gloria de nuestro empeño.
Si nos duele la España chata de estos días (tan propicia a esas maledicencias y a ese desgarro que echas de menos en nuestras páginas) no se nos curara el dolor mientras no curemos a España. Si nos plegásemos al gusto zafio y triste de lo que nos rodea, seriamos iguales a los demás. Lo que queremos es justamente lo contrario: hacer por las buenas o por las malas, una España distinta de la de ahora, una España sin la roña y la confusión o la pereza de un pasado próximo; rítmica y clara, tersa y tendida hacia el afán de lo peligroso y difícil.
Hacer un Heraldo es cosa sencilla, no hay más que recostarse en el mal gusto, encharcarse en tertulias de café y afilar desvergüenzas. Pero envuelta en Heraldos y cosas parecidas ha estado a punto España de recibir afrentosa sepultura.
Camarada estudiante: revuélvete contra nosotros, por el contrario, si ves que un día descuidamos el vigor de nuestro estilo. Vela por qué no se oscurezca en nuestras páginas la claridad de los contornos mentales. Pero no cedas al genio de la pereza y de la ordinariez cuanto te tiente a sugerirnos que le rindamos culto.
Y en cuanto si vale la pena morir por esto, fíjate simplemente en la lección de uno de los mejores: Matías Montero, al que cada mañana tenemos que llorar. Matías Montero arriesgó su vida por vender F.E. y cuando muerto, se escudriñaron los papeles que llevaba encima apareció un artículo suyo, que engalano estas páginas en el que no se llamaba a Azaña invertido ni ladrones a los socialistas, sino en el que se hablaba de una España clara y mejor, exactamente en nuestro mismo estilo.[15]
Por reincidir en las constantes referencias de Primo de Rivera a la negativa del uso de la violencia como método de la practica falangista habitual.
Por otra parte, Falange Española no se parece en nada a una organización de delincuentes, ni piensa copiar los métodos de tales organizaciones, por muchos estímulos oficiosos que reciba.
Lo que hace Falange Española, entre el derrotismo y el asesinato, es seguir impasible su ruta de servicio a España.[16]
Resulta evidente que han primado más los intentos distorsionadores y buscadores de otras intenciones que sirvieran de base y sustento en las diversas teorías representadoras y representativas del carácter violento y terrorista de Falange frente a la cotidiana realidad que la España de la II República represento.
PRIMEROS FALANGISTAS ASESINADOS | ||||
AÑO | FEECHA | NOMBRE | PROFESIÓN | LUGAR ATENTADO |
1933 | 2 de noviembre | José Ruiz de la Hermosa | Funcionario | Ciudad Real |
12 de noviembre | Segismundo Garcia Mantilla | Comerciante | Cádiz | |
8 de diciembre | Juan Jara Hidalgo | Panadero | Badajoz | |
26 de diciembre | Tomas Polo Gallego | Desconocida | Jaén | |
1934 | 11 de enero | Francisco de Paula Sampol Cortes | Estudiante | Madrid |
18 de enero | Manuel Baselga de Yarza | Estudiante | Zaragoza | |
27 de enero | Vicente Pérez Rodríguez | Capataz | Madrid | |
9 de febrero | Matías Montero y Rodríguez | Estudiante | Madrid | |
4 de marzo | Ángel Abella García | Estudiante | Valladolid | |
8 de marzo | Ángel Montesinos Carbonell | Dependiente | Madrid | |
23 de marzo | Jesús Hernández Rodríguez | Estudiante | Asturias | |
6 de junio | José Hurtado García | Propietario | Jaén | |
10 de junio | Juan Cuellar Campos | Estudiante | Madrid |
Tabla 2 Elaboración propia.
Por último, no se trata, insistimos en ello, en desmentir que fuera la organización falangista violenta en sus aspiraciones, lógicas en cualquier movimiento político, a la toma o asunción del poder creado un Estado conforme a su ideal revolucionario; se trata de poner en su contexto y verdadero papel la realidad de lo que Falange resulto ser en sus inicios.
Falange Española, no fue ni más ni menos violenta en su concepción política que cualquier otro partido o movimiento político empeñado en implantar su pensamiento revolucionario y en la conquista del Estado; no lo era bajo ningún concepto.
Lo que si resulta evidente es que fue obligada y empujada al uso de la practica violenta y en principio en forma de represalia por los constantes ataques padecidos como lo demuestran los anteriores cuadros incluidos en este trabajo.
Donde debemos poner el énfasis es en la constatación de las dificultades que el movimiento creado por José Antonio Primo de Rivera se encontró en un ambiente generalizado, exterior e interiormente empeñado en hacer pasar o en transformar una idea política en una realidad de la práctica violenta.
Lo evidente es que durante el periodo estudiado Primo, de octubre de 1933 a junio de 1934, Primo de Rivera y con él la Falange se mostró más como un movimiento empeñado en la presentación como ideario que en la práctica de la violencia, tal como nos señala Eduardo González.
El ambiente en torno al partido de Primo de Rivera se enrareció. Los primeros brotes de indisciplina se produjeron precisamente en el entierro de Montero, y el debate sobre la actitud a adoptar en estos casos se abrió en el seno de Falange con una violencia inusitada. José Antonio representaba la postura más conciliadora, mientras que ex-oficiales como Ruíz de Alda, José Sainz, Arredondo o Rada proponían acentuar las represalias para obtener ventajas políticas y económicas de sus financiadores alfonsinos.[17]
Como no debemos olvidar que quien, aunque efímeramente, triunfo con sus tesis fue José Antonio Primo de Rivera sobre los representantes de los diversos sectores anteriormente señalados, no sin tener que sortear una de las más grandes crisis de la organización falangista con el abandono de la misma de los representantes impuestos por los monárquicos o el abandono de las filas nacional sindicalistas de personajes tan importantes como fue Ramiro Ledesma.
PUBLICADO en el núm. 14 del Boletín de Amigos del Castillo de San Carlos en mayo de 20201.
[1] Roberto Muñoz Bolaños. “Escuadras de la muerte: militares, Falange y terrorismo en la II República”. Amnis. Revue d’études des sociétés et cultures contemporaines Europe/Amérique. 2018
[2] Ibidem.
[3] Ver el articulo: Milicias y paramilitarismo político en el Boletín de la Asociación de Amigos del Castillo de San Carlos. N.º 12 septiembre 2020
[4] José Antonio Parejo Fernández. “De puños y pistolas. Violencia falangista y violencias fascistas”. 2012.
[5] Pío Moa. “Los orígenes de la Guerra Civil Española”. Ediciones Encuentro. Madrid 1999.
[6] Puntos Programáticos de Falange Española. 1933. F.E. n.º 1 jueves 7 de diciembre de 1933.
[7] Puntos Programáticos de Falange Española de las JONS. 1934
[8] Pio Moa. “Los mitos de la Guerra Civil” Esfera de los libros. 2003.
[9] José Antonio Parejo Fernández.” De puños y pistolas. Violencia falangista y violencias fascistas”. 2012.
[10] Manuel Alvarez Tardío y Roberto Villa Garcia. “1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular” Espasa. Barcelona. 2017.
[11] Wenceslao Fernández Florez. Al servicio del “vóteme Usted”, Diario ABC. Madrid 18 noviembre 1933. Cahier d’études romanes. Revue de CAER. 2000
[12] Ibidem.
[13] Ian Gibson. “José Antonio y la violencia”. Revista Triunfo n.º 895 del 22 de marzo de 1980
[14] Eduardo González Calleja “Camisas de fuerza: fascismo y paramilitarización” 1962.
[15] José Antonio Primo de Rivera. “Carta a un estudiante que se queja de que F.E. no es duro”. Semanario F.E. N.º 11 del 19 de abril de 1934, pág. 3
[16] Luz diario de la República. Madrid, 13 de febrero de 1934, pág. 2.
[17] Eduardo González Calleja “Camisas de fuerza: fascismo y paramilitarización” 1962.
[1] Discurso Fundacional de Falange Española en el Teatro de la Comedia de Madrid el 29 de octubre de 1933
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